Una antigua leyenda originaria de Ruy Díaz de Guzmán se repite cada vez que se habla del nombre de Maldonado para el arroyo que cruza la ciudad de Buenos Aires de oeste a este, desembocando en el Río de la Plata en el barrio de Palermo. Ella nos cuenta de una hermosa mujer española, la Maldonada, que en la primera fundación de Buenos Aires fue atada a un árbol (como castigo de sus pecados) y abandonada junto a un arroyo, que luego tomó su sobrenombre. Allí fue protegida y alimentada por una bestia salvaje, sobreviviendo así al cruel castigo, y siendo -finalmente- perdonada por los conquistadores. Se trata de una versión totalmente carente de fundamento y lógica, aunque con el atractivo poético de todas las leyendas.

De curso sinuoso y pequeño caudal de agua, hubo épocas en que el maldonado llegó a crecer en forma amenazadora. Corría unos cuatro o cinco metros debajo del nivel de los terrenos, aunque en algunos tramos atravesaba zonas bajas, donde salía de madre, convirtiéndose -con las lluvias- en fuertes torrentes y en pantanos más o menos extensos, refugio de patos silvestres.

El diario “El Nacional” del viernes 14 de junio de 1889, nos informaba del proyecto de un canal que permitiera ir por agua desde Ramos Mejía hasta el Riachuelo, utilizando el arroyo Maldonado.

Los señores Portalis, Carbonier y Cía., habían construido un puerto en la desembocadura del arroyo Maldonado en el Río de la Plata, en Palermo, que fue conocido como Puerto Portalis y estuvo en servicio hasta el entubamiento del arroyo.

En base a este antecedente, los señores Wenceslao Villafañe y Cía. solicitaron al Congreso nacional una concesión de noventa y nueve años para construir y explotar un canal y una línea de vapores de carga y pasajeros, que partiendo de dicho puerto, y siguiendo el cauce del arroyo, llegara hasta Ramos mejía. Desde allí se construiría un brazo en dirección a San Justo, que atravesando el Río Matanzas, cerca del paso de las Piedras, hacia el Edén Argentino, Villa Alsina, empalmaría con el Riachuelo frente a la fábrica de los señores Ayerza.

De Ramos Mejía se construiría otro canal en dirección a San Martín y Saavedra, siguiendo la zanja del arroyo Medrano hasta la desembocadura del mismo en el río.

Al norte, entre la boca del Maldonado y la estación Rivadavia, se construiría un puerto al abrigo, con los talleres indispensables para la compostura de buques.

En ambas orillas del cauce del arroyo Maldonado se introducirían grandes vías de comunicación, con líneas de tramways de vapor y/o tracción animal.

Los concesionarios se comprometían a construir puertos de embarco y desembarco, depósitos, almacenes y demás obras necesarias, así como las de desagüe. Los terraplenes de las avenidas o boulevares de la Capital, que atravesasen los canales, tendrían el ancho de cuarenta metros y serían empedrados. Se usaría el agua del río necesaria para el establecimiento y conservación de los canales.

La extensión total de los canales proyectados era de 60 km, y solicitaban se declararan de utilidad pública los terrenos particulares en un ancho de 120 metros (60 metros de cada lado del canal), para ser expropiados por cuenta de la empresa.

Proponían iniciar las obras a los tres meses de aprobados los estudios, terminándola en tres años, librándola al público en secciones, en la forma siguiente: 1) Canal de Palermo a Ramos Mejía; 2) De Ramos Mejía al puerto de abrigo en el arroyo Medrano; 3) De Ramos Mejía al empalme con el Riachuelo.

Este proyecto no prosperó, como tampoco lo hizo el que, el 3 de octubre de 1924, presentara al H. Concejo Deliberante el concejal R. Iriondo, para canalizar al arroyo en toda su extensión, y la construcción de un canal que, partiendo a la altura de Velez Sarfield- llegara a los Nuevos Mataderos, y de allí al Puente Alsina para empalmar con el Riachuelo, haciéndolo navegable con por lo menos dos metros de profundidad, licitando su explotación por concesión. Este proyecto, conocido como el “Sena de Buenos Aires”, como tantos otros, nunca pasó de los papeles.

A mediados de 1928 comenzaron los trabajos de entubamiento en la zona de Palermo, alcanzando la Av. Gral. Paz recién en 1949. A la nueva avenida surgida de la pavimentación sobre el arroyo entubado se le dio el nombre de Juan B. Justo por Ordenanza 5.572/1934 (BM 12.248). En los años 50 se le cambió el nombre por Av. 17 de Octubre, y en 1955 se le restituyó su nombre original.

Aunque en la actualidad se va perdiendo, desde su inauguración y hasta hace pocos años, todas las veredas de esta avenida se realizaron con la clásica baldosa de vainillas, pero de color rojo, lo que le daba un aspecto muy especial y único.

Por Osvaldo Sidoli

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